martes, 9 de noviembre de 2010

CUENTO MODERNO

Por Juan José  Arias Peña
TOM Y BOBBY

Un grito desgarrador rompe la calma de aquel día sosegado. En el intento por descubrirlo, John Cleids se dirige presurosamente al lugar de donde provenía, no sin antes pensar  qué podría ser aquel llanto. Era desgarrador mas no amenazante, pensó súbitamente “quizás alguien necesite ayuda”. Lo invadió la duda de qué  podría ser, desde luego era poco usual, a decir verdad nunca antes había sucedido. Eran tantas las ideas que lo invadían y poco el tiempo para pensar. Cuando de pronto y casi instintivamente corrió hacia la puerta, al abrirla se encuentra con un cuadro desolador que lo confundió aún más.
La figura de un niño que desconsoladamente lloraba abrazando a su fiel mascota, las lágrimas enjuagaban su tierno rostro y  reflejaba una tristeza infinita que se acentuaba con la palidez de su blanca tez,  sumándose a esta  su   magra  y débil estructura como en    un cuadro del simbolismo, una imagen  puede representar la antítesis de una misma realidad. Los ojos azules, grandes y limpios del  párvulo semejaban a  aquel bello cielo de Pacowan, pero a la vez  se convierte en la fotografía de la pena, del dolor que al no poder ser contenido por el cuerpo, desfoga por el ángulo de los ojos emitiendo sonidos de pena incontenida y expresándose  en el lenguaje del llanto.
J.Cleids no sabía qué hacer. Aquella mascota que recibía una gran muestra de cariño, estaba quieta, no se movía, su color jaspeado e imponente tamaño contrastaba con sus ojos que habían quedado abiertos, fijos y sin vida, era obvio, no había nada que hacer Bobby yacía muerto en los brazos de aquel pobre infante de apariencia piadosa. Después de ser un espectador pasivo, John pasa a ser partícipe. Acaricia al niño pasándole una mano sobre su rubia cabellera  y la otra  por el cuerpo de quien fuera su mascota por tres bellos años. John en esos momentos no podía escapar de la reflexión que le merecía su  muerte y la asociaba a la vida de todo ser vivo, se transportó a lo profundo y desconocido del espacio, como entendiendo que no somos nada, que la vida es sólo un soplo, una película que dura el tiempo que el productor la programe, pero igual tiene que terminar.
La escena se convirtió en un trío que abrazados bajo aquel cielo azul servía como techo de aquel orgulloso y chovinista país. Pacowan,  aunque está muy distante del mundo y para llegar a él se tiene que realizar largos viajes que  no dejan de ser cansadores. Además por lo accidentada de su geografía  es evidente la inaccesibilidad de los aviones pero  cabe resaltar que el panorama que brinda es el de estar en el edén. El blanco hermoso de sus montañas de nieve  sugiere pensar en el paraíso, respirar su aire frío y puro contagia la impresión  de la pureza del alma. Imposible no sentir la sensación de paz, amor  elementos capaces de emocionar al más insensible de los mortales. Es un país aunque aislado, premiado por Dios, es tan hermoso y a la vez tan rico, sus afortunados habitantes no conocen la pobreza, salvo como término del diccionario, o frase televisiva para referirse a países lejanos.
Rodeado de tanta hermosura John conmocionado pregunta, ¿Dime niño, ¿Cómo te llamas? Tú no tienes más de cinco años. -Tom señor- ¿Qué ha sucedido? El niño  empezó a temblar sin parar, balbuceaba, y de pronto J. Cleids  continuó - No, no con el animal, me refiero a ti. Y el infante narra la historia: me he quedado huérfano otra vez señor, primero fueron mis padres y sin saber que hacer o a dónde ir, vine aquí, donde mi amigo, quien compartía conmigo su desayuno, almuerzo y cena, gracias a la bondad de vuestra familia que dejaba un plato de comida en la entrada y Bobby me cedía generosamente, hoy no está y no sé que haré, estoy solo otra vez señor. Sólo quiero que  si mis papitos  que están en el cielo con Dios le hable para que me devuelva a mi amigo. Éramos muy felices, me abrigaba en el frío y compartíamos esta casita; pero ahora se ha ido señor, ¿usted, me puede dejar que siga viviendo aquí? Yo cuidaré su casa – ¡Oh dulce niño! No sólo me rompes el alma sino me haces sentir cuan miserable somos los seres humanos, más aún cuando estamos bien, ni siquiera miramos mas allá de nuestras narices, nos es indiferente el prójimo, pensamos sólo en nosotros, sin saber que hay mucha gente que sufre, nos quejamos y sentimos insatisfechos, cuando con nuestros desperdicios hay gente que construye un reino y sienten que nada les falta, conocen la felicidad, viven la espiritualidad, mientras nosotros la hemos confundido como sinónimo de materialidad. Querido Tom, me has dado más que una lección de vida, y pienso que la casualidad no existe, sí, hay alguien arriba, hay un Dios y estoy seguro que tus papitos le han hablado para que yo te encuentre y me han regalado la felicidad de traer un niño a esta familia que tanta falta le hace. Con mi esposa, nos hemos resignado a la posibilidad de tener un hijo, pero hoy el cielo nos lo  ha dado, John  abrazó fuerte al niño, miró al cielo agradeciendo el regalo y ambos ingresaron a la casa que sería el hogar definitivo del pequeño. La señora Cleids al enterarse de todo, lloró de pena y emoción al saber que esto no era casualidad. La pena fue superada cuando adoptaron a Tom como su único hijo y vivieron como una de las familias más sólidas y felices de aquel lejano y orgulloso país.
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POEMA

Gracias por turbar mi serenidad
Por llevar al alba la noche,
gracias  por hacerme sentir
el café más sabroso y el néctar más dulce,
gracias  por cultivarme la fe
de  creer que lo bello puede ser,
gracias  por crearme inquietud y ansiedad
al  esperarte y no verte entrar,
gracias  por hacerme creer que la utopía es quimera
por  hacerme sentir que la vida es bella,
gracias por ser tan sincera
por  hacerme entender, que esto,
sólo  enerva tu ego de primavera.
J.J.